LOS CUATRO PALOS DE LA BARAJA por Marcos Méndez Filesi

Los cuatro caballos del tarot de Jean Dodal. En las barajas latinas los palos son copas, espadas, bastos o bastones, y oros; en las francesas, picas, corazones, tréboles y diamantes; en las alemanas, corazones, hojas, bellotas y cascabeles.

Los naipes se popularizaron en Europa a finales del siglo XIV, aproximadamente a partir de 1370, y desde un principio despertaron la imaginación de quien estaba acostumbrado a ver el mundo en clave alegórica. Así, comenzaron a verse con ojos de poeta en busca de metáforas y significados añadidos, que no tardaron en encontrar en los cuatro palos de la baraja.

En un estudio pionero sobre la historia de los naipes de 1831, Leopoldo Cicognara sostenía que «en las alegorías de las cartas españolas o italianas se entendió que las espadas aludían a la nobleza; las copas, en forma de cáliz, al orden eclesiástico; los oros al orden civil y comercial; y con los bastones [o bastos] a los pastores, o sea, al orden de los agricultores». Sin embargo, el problema es algo más complejo. Como explica Andrea Vitali, «resulta complicado, si no imposible, conocer el significado real de los palos de las cartas mediante las descripciones de las personas de aquel tiempo, dada la diversidad de interpretaciones que nos han dejado». Dicho de otra forma, no podemos decir que los cuatro palos de la baraja simbolizaban exactamente esto o aquello porque, en la época, se dieron un sinfín de interpretaciones. Veamos unos ejemplos.

En un texto muy importante para entender cómo percibían el tarot en el siglo XVI, el Discorso sopra l’ordine delle figure de Tarocchi, Francesco Piscina relacionaba los palos con las guerras:

«[…] la onde veggiamo l' Inventore haver posto di quattro qualita di cose, cioè Coppe, Danari, Spade, e Bastoni, per significar (dicano molti ma senza però renderne fondamento alcuno) le quattro stagioni dell' anno, o veramente le quattro età del huomo, & altri le quattro parti del mondo, ma noi non così, ma dicciamo esser poste per la diversità e conditione del viver Humano cio è guerra e pace, questi cioè ponendo per stagion di guerra, e quelli per il tempo della pace, per gli Bastoni rappresentando le antiche guerre, le quali con essi spesse fiate si terminorono non solamente nelle publiche fattioni, quanto ne i privati conflitti [...]

»[...] per le Spade poi egli [el “inventor del tarot”] hà voluto dimonstrare le moderne guerre e Bataglie, le quali principalmente con esse soglian terminarsi, ma per le Coppe e Danari, hà voluto significar il moralissimo Inventore le conditioni de la pace, percioche essendo che al tempo d' essa, gli huomini tutti vivano allegri, sicuri dalle crudeltà e travagli che seco apporta la guerra, ha poste le Coppe per il vino, che rende gl' huomini allegri & il cor loro lontano da ogni tristo e malenconico pensiero, ma etiamdio essendo che quasi ognuno nella pace vive contento, per ciò sono stati posti i danari per contentezza, conciosia che essi siano quelli che fanno gl' huomini contenti, poscia che con essi noi possiamo adempier ogni nostro desiderio secondo il commune & usitato proverbio de Francesi, che con danari dicono potersi ogni cosa fare, benche, grande, difficile, e malagevole».

Otro caso fue buscarle un significado relacionado con el propio juego, como hizo Pietro Aretino en Le Carte Parlanti (1543), donde dice que las espadas representan «la muerte de los que se desesperan jugando», los bastos «el castigo que merecen aquellos que engañan [los tahúres]», los oros «la sustancia del juego», y las copas «las bebidas con las que se reconcilian las diferencias de los jugadores»

Andrea Vitali encontró un caso muy interesante, el discurso Che moralità si può cavare dal giuoco delle carte, recogido en las "Bizzarrie Accademiche" de Giovan Francesco Loredano (Venecia, 1638), en el que el autor vincula cada palo con una estación del año:

«Si può dire, che nel giuoco delle carte s’intendano le quattro Stagioni dell’anno. Le spade indicano la primavera, nella quale tutti i Principi muovono l’armi. I denari figurano l’Estate, nella quale si raccolgono i grani, e l’entrate. Le coppe ripiene di vino significano l’Autunno. I bastoni sono simbolo del Verno, perché gli alberi del Verno sono nudi a guisa di bastoni. Tanto più, che nel verno sono necessari i bastoni per iscaldarsi».

Aunque dio su propia interpretación, Piscina también habló de las cuatro estaciones del año, las cuatro edades del hombre y las cuatro partes del ser humano. En otro documento italiano del siglo XVI, el Discorso perche fosse trovato il giuoco et particolarmente quello del Tarocco (c. 1560/65), el anónimo autor que lo redactó también relaciona los palos con las estaciones y otros grupos de cuatro elementos habituales de la época:

«Et sicome l’attioni humane tutte sono indrizzate ad uno di questi quattro fni, cioè all’acquisto delle ricchezze ò all’armi, ò alle lettere, overo alli piaceri; cosi fù il giuoco dal prudentissimo Authore [del tarot] principalmente in quattro parti diviso, cioè in Danari, Spade, Mazze et Coppe, et instituito il giuoco in quattro, se ben hora per lo più si giuoca in terzo, sendo il numero quaternario degli altri più perfetto, poiche havendo in se il tre, il due et l’uno viene a comprendere il dieci; il qual numero contiene et numera tutti gli atri numeri, poiche le centinaia, et le migliaia non sono altro che le prime qualità veri principij di tutte le cose naturali dalle quali risultano i quattro Elementi, et da questi i quatro humori del nostro corpo, et quindi le temperature, secondo le quali derivano i costumi et inclinationi dai quattro sopradetti fini: dalla variatione di quattro humori sortiscono anco le quattro età della vita nostra, alle quali corrispondono i quattro tempi dell’anno, et in quattro tempi sono anco de i corpi humani l’infirmità distinte»

Vamos a seguir esta última pista sobre las estaciones a ver dónde nos conduce. Alfonso X, rey de Castilla entre 1252 y 1284, apodado con justicia «el Sabio», auspició la redacción de un tratado sobre los juegos de la época, el llamado Libro del ajedrez, dados y tablas. Uno de estos juegos recibe el nombre de «ajedrez que fue hecho a semejanza de los cuatro tiempos del año».


El juego de las cuatro estaciones de Alfonso X.


El juego era similar al chaturanga, el ajedrez de cuatro ejércitos que jugaban los indios, cada uno de los cuales estaba constituido por un rey, un elefante, una torre, un caballo y cuatro peones. El texto explica que cada ejército es de un color que simboliza una de las cuatro estaciones del año. Uno es verde, como la primavera; otro bermejo y equivale al verano; el tercero es negro, al igual que el otoño; y el cuarto es blanco, como la nieve del invierno. Además, cada uno de estos ejércitos estacionales está relacionado con un elemento y un tipo de naturaleza (caliente, fría, húmeda y seca):

«Et estos cuatro tiempos partieron los a manera de los cuatro elementos. El verano [primavera] por el elemento del aire. El estío [verano] por el elemento del fuego. El Otoño por el elemento de la tierra. El invierno por el elemento del agua».

No queda ahí el significado simbólico de cada ejército, pues también están relacionados con los cuatro humores de los seres humanos:

«De estos cuatro tiempos que de su uso os hemos dicho es el primero el verano y criase en él la sangre más que en todos los otros. Et en el Estío la Cólera. Et en el Otoño la melancolía. Et en el invierno la flema».

Estos cuatro «humores» forman parte de una concepción sobre el ser humano que se remonta a la antigua Grecia. Para entender qué son los humores debemos retrotraernos hasta Empédocles de Agrigento, un influyente filósofo que vivió en el siglo V a.C. Por los pocos fragmentos que se han conservado de su obra, se desprende que Empédocles planteó una teoría sobre la formación del Universo como una esfera que se expande y contrae a causa de dos grandes fuerzas cósmicas.

Según este filósofo, el universo estaría formado por cuatro raíces o elementos: el fuego, el aire, el agua y la tierra. En un tiempo remoto antes del nacimiento del cosmos, estos elementos eternos estaban unidos en una sola mezcla que denominó Esfero. Además de estos cuatro elementos combinados en Esfero, en esta era precósmica también existían dos fuerzas eternas, la Amistad, una especie de fuerza de la gravedad por la que las cosas se atraen entre sí, y el Odio, que equivaldría a nuestra noción popular de entropía. A causa del Odio, Esfero empezó a dividirse y de lo uno nació lo plural, es decir, el cosmos. Los cuatro elementos también se separaron y, desde entonces, se van combinando y disgregando, siempre en movimiento a causa de las fuerzas de la Amistad y el Odio, hasta que llegue un día en que el dominio del Odio sea total y entonces, poco a poco, todo se volverá a ir uniendo hasta agruparse de nuevo en Esfero. En palabras de Ernesto La Croce:

«En el caso de Empédocles, dichos principios son las cuatro raíces (que Aristóteles concibe como “elementos”), que reúnen a los diferentes principios (archaí) que progresivamente fueron proponiendo los filósofos jónicos (el agua de Tales, el aire de Anaxímenes, el fuego de Heráclito, a los cuales se agrega la tierra). Sobre ellos actúan respectivamente combinándolos o disgregándolos, dos causas eficientes también eternas: la Amistad y el Odio. Cuando la primera de ellas reina en modo absoluto, los cuatro elementos se cohesionan para formar una mezcla única llamada Esfero. Pero como su dominio no es permanente, sino que se le ha asignado en modo alternativo con el Odio, éste inicia su acción destruyendo el Esfero y generando el mundo de la pluralidad en el cual vivimos. Y así sucesivamente, de modo que la realidad se halla sujeta a un ciclo eterno cuya única raíz permanente son los cuatro elementos».

La concepción cosmogónica de Empédocles influyó en el médico más reputado de la Grecia clásica, Hipócrates de Cos (460-360 a.C.) y en sus seguidores, quienes la adaptaron al ser humano. Así, según los hipocráticos, las personas estaríamos formadas por cuatro sustancias o humores de cuyo justo equilibrio depende la salud humana. Como se explica en Sobre la naturaleza del hombre, el tratado del corpus hipocrático donde mejor se aprecia esta teoría:

«El cuerpo del hombre tiene en sí mismo sangre, pituita [o flema], bilis amarilla y bilis negra; estos elementos constituyen la naturaleza del cuerpo, y por causa de ellos se está enfermo o sano. Se goza de una salud perfecta cuando están mutuamente proporcionadas sus propiedades y cantidades, así como cuando la mezcla es completa. Por el contrario, se enferma cuando alguno de los elementos se separa en mayor o menos cantidad en el cuerpo y no se mezcla con todos los demás».

Cada uno de los humores está relacionado con uno de los elementos de Empédocles, con el que comparte la misma naturaleza. Tal y como se transmitió a la Edad Media, la sangre se vincula con el aire, la bilis con el fuego, la bilis negra con la tierra y la flema con el agua. Por eso pensaban que, además de las variaciones en el aire y la dieta, las estaciones jugaban un papel tan importante en la salud, dado que en cada una predomina una naturaleza que afecta a los humores potenciándolos: la flema se acentúa en invierno, la sangre en primavera, la bilis en verano y la bilis negra en otoño. Siete siglos más tarde, Galeno, otra autoridad médica de la Antigüedad asoció la doctrina de los cuatro humores a la manera de ser de los individuos y las clasificó en cuatro tipos de temperamentos en función del humor preponderante. Las personas flemáticas tenían un exceso de flema, las melancólicas de bilis negra, las coléricas de bilis y las sanguíneas de sangre.

Este sistema teórico en el que se relacionan elementos, humores y temperamentos gozó de gran popularidad durante siglos y constituye el substrato de muchas teorías medievales sobre el cosmos y el ser humano. ¿Significa esto que los cuatro palos de la baraja representan los cuatro humores? No, claro que no. Como hemos visto, los palos pueden adquirir gran variedad de significados en función del contexto. Sin embargo, sí conviene considerar esta teoría de los humores como una referencia clave cuando analicemos un conjunto alegórico de cuatro elementos. Así, por ejemplo, cuando Loredano nos habla del otoño también debemos pensar en la melancolía, la bilis negra y la tierra.


Los cuatro temperamentos en un grabado alemán del siglo XV.



No hay comentarios:

Publicar un comentario