(El Tarot de Pamela): DIEZ DE ESPADAS



Cuando Pamela le pregunta al vendedor de leche mateada y poeta ocasional Arthur Edward Waite qué hacer con el Diez de Espadas, obtiene como respuesta una perorata acerca de la muerte psíquica, que es como La Muerte, pero no física. Por entonces, Arthur E. está enfrascado en guerras intestinas con otros miembros de la Orden Hermética de la Aurora Dorada, en discusiones bizantinas acerca de si ese paso en el ritual es así o asá,  o si se llama de esta manera o de aquella. La mejor respuesta la obtiene de Moina McGregor Mathers, que le deja lo que hasta ese momento ha escrito su marido, Samuel Liddell y que, años más tarde, aparecerá en el famoso “Libro T”:

<< (Casi es un símbolo peor que el Nueve de Espadas.) Fuerza guerrera indisciplinada, completa ruptura y fracaso total. Ruina de todos los planes y proyectos. Desdeño, insolencia e impertinencia, pero acompañado de alegría y regocijo. Un aguafiestas, que disfruta destruyendo la felicidad de los demás, un repetidor de cosas, dado a mucha charla inútil y mucha palabrería, pero listo, agudo y elocuente, según su dignidad. >>

Por un momento, Pamela cree que está hablando de Arthur Edward. 

En alguna de las reuniones que tiene en su casa (en “La Vida de la Bohemia en Londres”, un librito publicado en 1907 de un periodista, Arthur Ransome, se describen las reuniones en casa de Pamela como auténticas “tormentas de creatividad” regadas con vino francés y aromatizadas con hachís), alguien habla de Francisco de Goya. Sí, “Los sueños de la razón proocan monstruos”… La sincronicidad jungiana hace el resto porque, en la misma semana, se encuentra con un librito de grabados de su adorado John Everett Millais, “Las parábolas evangélicas”. Y en esa misma semana, en una exposición del mejor dibujante de caballos del siglo XIX, el francés Theodore Gericault en la Tate Gallery, descubre “La Tormenta”. Es la última carta que pinta, es la que más le ha costado. Con el Ocho de Varas, una de las más crípticas…




Una pequeña nota al margen: El prolífico y vulgar Arthur Edward Waite llevó un diario escrito con detalle desde 1902 hasta 1942. No hay ni una sola mención al trabajo de Pamela. La mezquindad, como la estupidez, es infinita en estos “espirituales esotéricos” de principios del siglo XX…


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